Existen tres tipos de conducta en función de la asertividad: la pasiva, la agresiva y la asertiva.
Una conducta pasiva nos lleva a no manifestar nuestros intereses para evitar confrontar, mientras que una conducta agresiva nos lleva a plantear nuestros intereses, pero de manera poco efectiva, ya que parte de considerar que nuestra opinión es la única que vale y nos lleva a comportamientos destructivos que, más allá de quién tiene la razón, no nos aportan ningún beneficio. Una conducta asertiva nos permite presentar nuestras opiniones con el afán de convencer, pero sin que impongamos nuestra opinión sobre la de los demás, exponiendo nuestros puntos de vista y sin perder la noción de qué queremos lograr al exponerlos. En ocasiones, es posible negociar y sacrificar algunos de nuestros propósitos por otros. Si nuestro comportamiento es asertivo, sabremos jerarquizar y sacrificar aquello que tiene menor importancia por encima de aquello que tiene mayor relevancia para nosotros. Es decir, es necesario que sepamos distinguir lo relevante de lo irrelevante para poder dirigirnos hacia un comportamiento asertivo.
La asertividad es una conducta social que depende de las circunstancias y del momento. No se trata de una característica de la personalidad, sino de circunstancias y elecciones que hacemos de acuerdo con dichas circunstancias.
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